Si
te preguntáramos ¿cómo describirías a las hadas? Posiblemente
responderías que uno de sus atributos más glamorosos son las alas.
Sin
embargo, en la milenaria historia de los cuentos de hadas, las alas son
un agregado relativamente reciente. El primero que las imaginó aladas
fue el poeta inglés Alexander Poper, en su famosa obra “El rapto de
riso” (1712). El éxito de esta nueva imagen de las hadas fue inmediato.
En parte se debía a la influencia del arte clásico, ya que existen
importantes antecedentes en la historia del arte. Tal es el caso de la
diosa griega Psique, que solía ser representada como una pequeña
criatura humana con alas de mariposa. Además, los artistas de
Renacimiento que sentían predilección por Venus y Cupido, solían
pintarlos rodeados por un séquito de seres femeninos con aspecto de
hadas y mariposas. A esto debemos sumarle, las representaciones
cristianas de los ángeles alados.
Un
caso por demás interesante de inventiva fue el de Shakespeare, quien
era un ferviente partidario del reino mágico, e imaginaba a sus
diminutas hadas y seres del bosque volando montados a lomo de pájaros e
insectos, como es el caso de Ariel en “La Tempestad “, o a la Reina Mab en “Romeo y Julieta” y “Sueños de una noche de verano”.
Como sea, lo cierto es que el público quedó fascinado con la idea de que las hadas poseen alas y de que pueden volar.
Ahora
bien, unas de las cuestiones más interesantes es que las alas no tienen
ninguna función práctica sino decorativas, ya que las hadas no las
utilizan para el vuelo, sino que las lucen de
puro coquetas como si fuesen una hermosa capa. Porque en verdad, más que
volar lo que hacen es levitar y si parece que vuelan es porque están
bailando en el aire.
Starling
es la danza en el cielo, el dibujo maravilloso que trazan en el aire,
el elegante movimiento rasante, la estela energética que dejan a su
paso.
Solo en algunos pocos momentos del año y en zonas escogidas es posible percibir a la bandada de aves surcar los cielos en su danza voladora.